Hola:
Me quedaría a vivir en los libros de diarios y de correspondencia. Es una literatura que me encanta. Quizás esa mezcla de intimidad, ficción y cápsula temporal me llaman mucho la atención. Por ejemplo, yo empecé a leer a Oscar Wilde por sus cartas. Entré a su literatura por la puerta de su vida.
Cuento en este artículo que he intentado varias veces comenzar un diario. Y esas mismas veces los he abandonado tras escribir un puñado de entradas. Tan pocas que podría publicar un diario de los primeros días de aquellos diarios fallidos. Yo siempre tan posmoderno.
Qué nos importará la vida de nadie, ¿no?. No es la vida, es la literatura, amigo.
O viceversa.
Y de tantos diarios, los de Iñaki Uriarte (Pepitas de Calabaza, 2019) son de quedarse a vivir. No he leído unos diarios donde el autor se dé tan poca importancia. Es casi un oxímoron. Y por eso es una lectura deliciosa, divertida. Navegas entre los libros que lee, sus viajes a Benidorm o sus paseos por Bilbao con el gusto de quien pasea cogido del brazo de un amigo bajo el paraguas mientras te cuenta cosas bajo la lluvia.
Es un lugar perfecto para empezar a leer diarios. Leer frases como «Borges ha muerto» nunca ha sido tan polisémico, tierno y divertido. Además, Uriarte tiene la mejor biografía jamás escrita en el interior de un libro para glosar a su autor: «Iñaki Uriarte nació en Nueva York (1946), es de San Sebastián y vive en Bilbao». Monterroso tendría envidia, seguro.
La semana pasada abrí un melón, bueno abrí varios, y prometí desarrollarlos más adelante. Hoy me como el melón del claqué. Me quedaría a vivir en el claqué y en este vídeo. Ya dije que un baile que se puede practicar vestido de esmoquin, sombrero y te permite subirte a cosas me encontrará cerca. Llego al claqué como la mayoría, por los grandes musicales del cine clásico. Quién no quiere salir del cine o de casa y repetir Singing in the rain. Pero me quedé en el claqué porque había algo que me parecía hipnótico y divertido. Porque era como caminar pero con flow. Y decidí tomar unas pocas clases.
Un profesor de claqué me dijo que este baile era cuestión de saber repartir el peso de tu cuerpo y hacerlo con actitud. Y entonces profundicé un poco y resulta que Astaire o Kelly no eran los únicos que bailaban claqué. Resulta que su origen viene de la mezcla de bailes irlandeses y escoceses con bailes africanos. Todo se funde en Estados Unidos y son los bailarines afroamericanos los que lo ponen de moda (Bojangles, por ejemplo). Pero la segregación y el racismo los aparta y dejan de aparecer. Salvo excepciones como Sammy Davis Jr.
Miembro del Rat Pack, es actor, cantante y bailarín. Actúa en casinos de los que no podría ser cliente por ser negro. Davis Jr. recibe un homenaje por su carrera de la mano de otro gran bailarín y actor, Gregory Hines. Éste quiso modernizar el claqué (a ver, eran los ochenta) y, a la vez, recordar a los pioneros de ese baile. Un baile que tiene mucho más de ese zapateado flamenco (o incluso del breakdance callejero) que se baila en comunidad y que intenta trascender y no sólo hacer cabriolas. Por cierto, Sammy Davies Jr. muere meses después de esa gala por un cáncer de garganta.
Me quedaría a vivir en Calvin & Hobbes. En esta casa es verdadera devoción la tenemos por los personajes de Bill Waterson. Es como si entraras a una biblioteca de filosofía por la puerta pequeña de Imaginarium. Las grandes preguntas de la vida mientras bajas por un terraplén en goitibera.
Me quedaría a vivir en esta viñeta. Es un poco redicho, cabezota y hasta egoísta pero siempre es un niño. Siempre trata de responder sus preguntas con las herramientas de un niño. Es como el clown: nunca madura, siempre está fresco, el cinismo nunca tiene hueco. Qué dibujo suelto, sencillo y que estalla cuando se le da color. Y el tigre, ¿qué me decís de Hobbes? Un contrapunto sensato pero también juguetón. En esta cuenta de twitter podéis disfrutar de viñetas cada día.
Me quedaría a vivir en esta canción. Podría haber sido Calvin pero lo hice yo. Tenía 10 años cuando nuestro tutor, en el colegio, nos pidió que escribiéramos un poema. A mí no se me ocurría nada. No fue hasta más tarde cuando me interesé por la lectura y la poesía. Un día, haciendo los deberes en el cuarto de mi hermano, adolescente ya, reparé en una canción de Loquillo que tenía puesta en el radiocassette. Yo no era de aquellos que tomaban atajos, lo prometo. Mi hermano me dijo que era una versión de un cantautor francés. Y según la iba escuchando la escribía en mi cuaderno de los deberes con ritmo torpe pero convencido. «La música militar nunca me supo levantar...».
Allí me veis, al día siguiente, en clase, de pie, leyendo mi poesía ácrata, antimilitarista y libertaria delante de un cura con muy malas pulgas. No recuerdo que hubiesen represalias graves. Ahora, a Brassens ya no le olvidaría. De hecho, esa anécdota podría estar en alguna canción del artista francés.
Fue uno de los primeros culpables de mi francofilia galopante. ¿Como podía un señor con bigote y pipa decir lo que decía y decirlo cómo lo decía?. Él estaba convencido de que una actitud individual honesta y justa era el mejor camino para una sociedad igualmente justa y solidaria. El poeta Francisco Javier Irazoki afirma que Brassens es de los pocos artistas que generan admiración unánime en Francia. Brassens, siempre en mi equipo.
Recordad que esta canción está dentro de una lista que sigo construyendo con otras canciones que para mí son valores refugio. He metido nuevas canciones. Además, he creado una nueva lista con las canciones que ya me vais sugiriendo como vuestros refugios. No dejéis de hacerlo.
Me quedaría a vivir en este gif. Son apenas ocho segundos de una época, un actor y una manera de beber del porrón como yo no he visto nunca. He disfrutado mucho leyendo el ensayo/dietario Agua y Jabón de Marta D. Riezu (Anagrama, 2022). Habla de elegancia y estilo y de muchas otras cosas. Entre ellas de las películas de Paco Martínez Soria.
Es inevitable sentir cierta contradicción ante esas historias que, por un lado, son blancas, divertidas, de superación, esfuerzo, que cuentan con un elenco de artistas formidable y, por otro, son unas películas que refuerzan el mensaje desolador de la dictadura de Franco: El campo como símbolo de la inocencia, la ciudad como el del infierno inevitable, las chachas, las clases inamovibles, la falsa prosperidad, el español cateto frente a lo extranjero, la apología del cuñadismo.
A casi todas esas películas, claro, el tiempo no les ha sentado nada bien. La nostalgia las embalsama un poco pero sólo los intérpretes resisten el paso del tiempo. Paco Martínez Soria es uno de ellos. Cuentan que tenía un gag en el que hacía reír con solo leer los nombres de una guía telefónica. No dejéis de ver la técnica depuradísima del porrón. Ese giro último de muñeca es digno de un esgrimista olímpico.
Gracias por llegar hasta aquí.
Comparte tus refugios. Creemos un mapa intangible de espacios donde podamos quedarnos a vivir siquiera un segundo. Puedes responder a este correo y también puedes compartirlo en la cuenta de twitter. Gracias también por compartir esta newsletter entre aquellas personas que buscan refugio.
Un abrazo. Jöel.
P.D.: En el documental El rey del cool, sobre Dean Martin, se habla de la fiesta que Kennedy ofreció para celebrar su elección como presidente de los Estados Unidos. Acudiría lo más granado del show bussiness con Sinatra a la cabeza. Bueno, todos no. Kennedy no quería que apareciera Sammy Davis Jr con su esposa blanca. No le convenía políticamente. Dean Martin dijo que si Sammy no iba, él tampoco. Y no fueron. Para ser cool también hay que ser honesto con uno mismo.